Hemos
despertado para encontrarnos sumidos en la oscuridad del bosque, escribió el
Dante.
Mi bosque
es de árboles altos, de robles y araucarias forradas en musgo. Hay helechos y
plantas con espinas. Se escucha el murmullo de aguas que corren entre piedras,
puras y alborotadas. Cantan aves que no veo. El camino es incierto, siento el
crujir de las hojas bajo mis pies. Huelo la humedad y se me enredan las telas
de arañas que temo más que a nada.
Por un
momento quise que me acompañaras en esta oscuridad. Pero cuento con la
fortaleza de saberme solo, de saberme uno en medio de todos. Me conozco. Te
conozco. Se lo que puedo pedir y lo que puedes dar.
Tiempo atrás me supe solo en medio de corderos que corren apretados hacia el
matadero. Me vi entre gentes apuradas por ganar un espacio en el rebaño, urgidos por dejar de ser uno y volverse muchos, a campo abierto y a pleno sol.
Me cansé de
seguirlos. Me vi en los rostros de otros, cual espejos de mis defectos y virtudes.
Acepté mi uno. Me encaminé en otro sentido, detrás de ideales. Dejé las recetas mágicas escritas por corderos instruidos, y me volqué hacia la búsqueda de un conocimiento distinto, mío.
Acepté mi uno. Me encaminé en otro sentido, detrás de ideales. Dejé las recetas mágicas escritas por corderos instruidos, y me volqué hacia la búsqueda de un conocimiento distinto, mío.
En penumbra
devoré libros, puse atención a sueños e
intuiciones, tiré de la madeja de preguntas y tejí algunos mapas para andar mi
bosque.
He despertado
para encontrarme sumido en la oscuridad del bosque.
Ahora, si
pudiera regalarte algo, sería soledad.
Para cuando despiertes en tu bosque.
No hay nada
más completo que sentirse uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario