Lo bueno de tener árboles en el jardín
es ser testigo del cambio permanente:
la propia conversión se hace evidente.
No rendirse es la consigna
de todos aquellos que cada día
observo mecerse al viento como mis árboles.
Sólo aperados de ganas, deseos y valor
a ratos cansados, con frío
sostenidos por amor.
Admiro tu coraje compañero, hermano
tu empeño hija, amiga
conmigo, mano a mano.
No rendirse es un lema
que repetimos
como un mantra
en medio de problemas.
Lo bueno de ver árboles moverse en calma
de verde a amarillo, entre los vientos,
reflejando los distintos colores del alma,
es aceptar que cambiamos
que no estamos obligados a la rigidez
y que al paso del tiempo
podemos retractarnos, corregir, aprender
quedar desnudos y volver a brotar.