martes, 31 de marzo de 2015

Glotonería_En 100 palabras

Vivió en Santiago hasta los nueve años. Volvió pocas veces. Recién a los treinta quiso ver otra vez su casa de la infancia.  Llevó a su pareja, quería mostrarle.

Su casa había desaparecido dentro de otra. Una ampliación inmensa se la había engullido. No reconocía nada de la pequeña casita de ladrillo, de un piso, frente a la plaza. Si no fuera por la numeración habría pasado de largo.
Únicamente la plaza estaba igual.  



Se sentaron en una banca, mano en mano, mirando la robusta casa glotona, mientras ella le contaba historias de muros y jardines que ya no existían.


Pensionado_En 100 palabras

Siempre hacía sus trámites temprano. Era fecha de cobrar la pensión así que se levantó como cada mañana a las siete, tomó el acostumbrado tazón de leche con avena y luego de afeitarse salió de su edificio rumbo al metro Baquedano. De pie en el vagón sacó algunos cálculos rápidos: cuentas y farmacia. No olvidar el regalo de cumpleaños de Carlita. Alcanzaría justo.


Se bajó tres estaciones después y sin prisa cobró, pagó, compró. Ya cumplidos los deberes, regresó caminando a buen ritmo para hacer ejercicio. En el trayecto pasó a la iglesia a dar gracias por su buena vida.


La caída_En 100 palabras

Cruzó corriendo. La lluvia brillaba con las luces. Resbaló y cayó, quebrándose sin ruido. Las partes rotas saltaron. Una mano con el cigarro entre los dedos, la otra junto a la cuneta. La cabeza ladeada no veía el resto del cuerpo, esparcido.

Decidió dormir, convencida de reunirse después: ya había sucedido antes. Soñó tener alas, sobrevolar parques de infancia.


La despertaron temprano las bocinas. Se concentró en armarse. Manos y brazos a su sitio, cabeza al cuello. Un perro callejero llevó en el hocico sus pequeños pies hacia las piernas. Se miró. Completa para el nuevo día.


Chocolate caliente_En 100 palabras

Lo que más le gustaba de las vacaciones era, al final del día, tomar chocolate caliente frente al lago. Esa tarde el viento frío lo hizo entrar al café más temprano. Pidió chocolate y galletas. Tomó despacio dos tazas seguidas. El lago estaba inquieto. 

De pronto se vio en el desaparecido Café Santos, con su padre, muchos años antes. Cuando era niño y su viejo lo llevaba al centro. Las piernas colgando de la silla. La misma mesa donde su padre se sentaba con el suyo a hablar de fútbol. El mismo chocolate, la misma decoración. 

Pidió la tercera taza.