Cruzó
corriendo. La lluvia brillaba con las luces. Resbaló y cayó, quebrándose sin
ruido. Las partes rotas saltaron. Una mano con el cigarro entre los dedos, la
otra junto a la cuneta. La cabeza ladeada no veía el resto del cuerpo,
esparcido.
Decidió
dormir, convencida de reunirse después: ya había sucedido antes. Soñó tener
alas, sobrevolar parques de infancia.
La despertaron
temprano las bocinas. Se concentró en armarse. Manos y brazos a su sitio, cabeza
al cuello. Un perro callejero llevó en el hocico sus pequeños pies hacia las
piernas. Se miró. Completa para el nuevo día.
un cuento que resume que hacer las tantas veces que nos tenemos que rearmar, un arte.
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