Lo que más le gustaba de las vacaciones era, al final del
día, tomar chocolate caliente frente al lago. Esa tarde el viento frío lo hizo
entrar al café más temprano. Pidió chocolate y galletas. Tomó despacio dos
tazas seguidas. El lago estaba inquieto.
De pronto se vio en el desaparecido Café
Santos, con su padre, muchos años antes. Cuando era niño y su viejo lo llevaba
al centro. Las piernas colgando de la silla. La misma mesa donde su padre se
sentaba con el suyo a hablar de fútbol. El mismo chocolate, la misma decoración.
Pidió la tercera taza.
Excelente microcuento. Buen remate.
ResponderEliminarme encanta, me encanta, me enternece. Cálido, tierno.
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