miércoles, 26 de diciembre de 2012

Muñeca


Como una matroska, llevo dentro varias muñecas.
Cada una un rol. Cada una más escondida y secreta.
Me ha tomado tiempo conocerlas a todas. Risas y llanto.

Llegando al centro espero ansiosa encontrar eso que busco,
eso que me hace ser, lo esencial.
Pero no hay nada, estoy hueca.
Algo importante está perdido, me falta.

Por eso tengo frío todo el tiempo?
Por eso ha llegado a gustarme el sonido del cuchillo?
Aburrida, dispersa, helada.
Qué me mueve? El deber nada más.
Algo importante me falta.
Hueca la muñeca.
Una obra de arte, hueca la muñeca.


La palabra


No tengo muchos talentos. 
Cuando nací pocas hadas se presentaron a regalarme uno. 
No sé cantar o hacer música, ni hacer maravillas con las manos. Apenas puedo resolver un cálculo matemático y mi memoria es horriblemente frágil. No tengo belleza, ni soy dulce.  No sé decir lo correcto en el tono adecuado.

Pero se me dio el talento de leer y escribir. 
No ese de aprender el abecedario y saber componer oraciones, no ese que se aprende en la niñez y se va deformando al crecer (porque los adultos leen y escriben peor que un niño).

Hablo del talento de amar leer y amar escribir.  
Apreciar un buen libro y permitir que me hable directamente a mí. Desde que tuve entre manos el primer libro propio supe que era magia, lo que para otros resultaba aburrido, para mi era un viaje que quería hacer cuanto antes. Desde entonces, vuelvo regularmente a los mismos libros (los mismos amores). Me hundo en ellos porque me dicen algo nuevo, mensajes cifrados escritos para ese momento preciso de mi vida y que antes no había entendido. Pocas veces he sido más feliz que teniendo un libro amigo en mi mesa y conversando con él.
Y escribir, bueno, no soy un genio de las palabras, ni pretendo serlo. Basta contar  con ellas  para que caiga el disfraz diario, quitar el envoltorio y saberme verdadera. Eso se lo debo a los libros que he leído y vivido.

Anoche, justo antes de dormir, recordé un libro en particular. Cerré los ojos y me trajo a la mente el valor de la palabra. Pensé en la persona que me lo dio y por qué lo hizo. Reviví esa primera lectura y los faroles que encendió en mi mundo oscuro y pequeño de entonces. Recordé pasajes del libro, frases que marqué, flores que dejé secar entre sus páginas, recortes de poemas que escondí dentro. Di gracias por el don de apreciar la palabra y me dije “mañana escribiré sobre esto”.

Hoy me entero de la muerte de Sábato. 
El libro en el que me detuve anoche es “Sobre héroes y tumbas”. 
No es casualidad, hay una conexión entre escritor y lector, entre letra y ojos. 


Soledad en compañía


Es insoportable la soledad estando en compañía.
Querer amar y no poder.
Buscar a Dios y no encontrarlo.
Habitar una casa sin techo.
Comer un banquete en mesa solitaria.
Escribir en la arena.

Es insoportable la soledad estando en compañía.
Caminar como en sueños, sin avance.
Hojear un libro escrito en idioma desconocido.
Intercambiar palabras que flotan en la superficie,
sin atreverse a descender a la oscuridad
donde habitan seres sin ojos que todo lo ven.

Es insoportable la soledad estando en compañía.
Tal vez, si me aventuro en un viaje inter galáctico,
tenga más oportunidad de contacto que contigo