I
Ayuda!… me pueblan las bestias
Invaden todo cuanto yo era y se adueñan de mi voz, mis ideas
Siento como se devoran unas a otras, sus bramidos de dolor en la
lucha por el imperio de mis actos
Han puesto imágenes en mis ojos… y me duelen
Han puesto palabras en mi boca, textos en mis manos, susurran
planes en mi mente.. y me duelen
Las llamo bestias para no asumir que son parte de esta ira que
me enciende
Las llamo bestias porque no tengo intención de combatirles
Si se van, si me dejan, olvidaré el motivo de este día negro y
la mala memoria es un enemigo más peligroso que mil bestias
Si se van, si me dejan, volveré a quedar expuesto, sin nada que
me defienda
II
Amigo, dime qué es esto
Ponle nombre a esta inercia que me disfraza de alguien que no soy
No me reconozco en espejos ni lagos,
mi altura ya no es la de antes cuando paso entre los árboles.
Dime, amigo, por qué no me reconozco en palabras ni trazos.
Puedo definir ira, celos, dolor, paz, perdón;
puedo definir amor, fantasía, batalla, duda.
Los conozco, porque me bastan para mover un cuerpo y su alma
enjaulada.
Pero no puedo definir lo insuficiente,
eso que es un “casi” de algo incompleto.
Parecido, pero nunca igual, al amor real.
No puedo definir lo que no es entero,
ni suficientemente bueno, ni malo
ni aceptable, ni detestable
Dime amigo, por qué
Tal vez lo que temía ha ocurrido
Dime si las bestias de mi mente me han dejado sola…
Sola con este “a medias” que me enloquece.
Es que esta no soy yo…
la que no encuentra palabras,
que cree en chocolates y flores…
La que no pregunta,
la que se conforma con una explicación simple
y niega los movimientos complejos de la historia,
de nuestra historia.
No puedo ser yo…
Alto!
Devuélvanme mis bestias! Mi altura y reflejo!
Devuelvan los sentimientos completos que mueven mi alma
Devuelvan mi repertorio de palabras para castigar la vulgaridad de
afuera
III
En estas semanas sin letras,
varias conversaciones han sido,
y algunas lágrimas me han visto.
Debería ser feliz.
Imposible sin un corazón.
No fue una metáfora escribir que las bestias se lo llevaron,
ni una excusa decir que quedó en los bosques.
Para perdonar, volver a amar, lo necesito.
Para creer. En nosotros, en mañana, en cuentos de fin feliz.
Hoy, en mi pesimismo de jueves a miércoles,
ese que llevo en los huesos, pensé:
no aguanto más al ser humano en su egoísmo ignorante.
Dividí el mundo en dos, los huevones sin remedio y los malos de
adentro.
En qué grupo estoy yo?
En los huevones claramente.
Porque extraño mi corazón.
Este es el viaje sin retorno de quien ha perdido todo.
Se basta a sí mismo.
IV
Quisiera que las bestias me devolvieran el corazón, pero no sé
cómo pedirlo.
Paso frío todo el tiempo.
Es que me violenta el amor. Me parece absurdo, porque no tengo
corazón.
Es lo que ocurre cuando un romance es asesinado.
Qué tremenda violencia hay en eso! No la ven?
Se condenan crímenes y sin embargo el delito de matar un amor no
parece grave.
Voces huecas dicen: tiempo al tiempo, todo pasa… como si nada
hubiera muerto!
Acaso no lo ven?
Si el luto es largo dirán: estás exagerando, has perdido la
capacidad de disfrutar.
Disfrutar de qué?
De vida en silencios espesos, certeza de ir acarreando un muerto
podrido que hay que maquillar y perfumar para no causar un daño a la salud
pública.
Desconozco las estadísticas de amores asesinados, el promedio de
condenas efectivas y reinserción de los culpables.
Solo conozco algunos casos relatados por sus protagonistas. Todos
se parecen. Si no hay justicia, terminan perdiendo el corazón a manos de
bestias iracundas o bien tirándolo en alguna orilla de carretera como si fuera
una colilla de cigarro que ya no tiene más tabaco que ofrecer.
En general, los que han sido felices tienen serias dificultades
para comprender a un deudo de amores. Y viceversa.
En fin, he perdido el hilo de lo que comenzó siendo una
interrogante:
quiero de vuelta mi corazón, y no sé como pedirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario