lunes, 22 de octubre de 2012

Bestias


I

Ayuda!… me pueblan las bestias

Invaden todo cuanto yo era y se adueñan de mi voz, mis ideas

Siento como se devoran unas a otras, sus bramidos de dolor en la lucha por el imperio de mis actos

Han puesto imágenes en mis ojos… y me duelen

Han puesto palabras en mi boca, textos en mis manos, susurran planes en mi mente.. y me duelen


Las llamo bestias para no asumir que son parte de esta ira que me enciende

Las llamo bestias porque  no tengo intención de combatirles


Si se van, si me dejan, olvidaré el motivo de este día negro y la mala memoria es un enemigo más peligroso que mil bestias

Si se van, si me dejan, volveré a quedar expuesto, sin nada que me defienda 

II
Amigo, dime qué es esto

Ponle nombre a esta inercia que me disfraza de alguien que no soy


No me reconozco en espejos ni lagos,

mi altura ya no es la de antes cuando paso entre los árboles.

Dime, amigo, por qué no me reconozco en palabras ni trazos.

Puedo definir ira, celos, dolor, paz, perdón;

puedo definir amor, fantasía, batalla, duda.

Los conozco, porque me bastan para mover un cuerpo y su alma enjaulada.


Pero no puedo definir lo insuficiente,

eso que es un “casi” de algo incompleto.

Parecido, pero nunca igual, al amor real.

No puedo definir lo que no es entero,

ni suficientemente bueno, ni malo

ni aceptable, ni detestable

Dime amigo, por qué


Tal vez lo que temía ha ocurrido

Dime si las bestias de mi mente me han dejado sola…

Sola con este “a medias” que me enloquece.


Es que esta no soy yo…

la que no encuentra palabras,

que cree en chocolates y flores…
La que no pregunta,

la que se conforma con una explicación simple

y niega los movimientos complejos de la historia,

de nuestra historia.

No puedo ser yo…


Alto!
Devuélvanme mis bestias!  Mi altura y reflejo!
Devuelvan los sentimientos completos  que mueven mi alma
Devuelvan mi repertorio de palabras para castigar la vulgaridad de afuera

III
En estas semanas sin letras,

varias conversaciones han sido,

y algunas lágrimas me han visto.


Debería ser feliz.

Imposible sin un corazón.

No fue una metáfora escribir que las bestias se lo llevaron,

ni una excusa decir que quedó en los bosques.

Para perdonar, volver a amar, lo necesito.

Para creer. En nosotros, en mañana, en cuentos de fin feliz.


Hoy, en mi pesimismo de jueves a miércoles,

ese que llevo en los huesos, pensé:

no aguanto más al ser humano en su egoísmo ignorante.

Dividí el mundo en dos, los huevones sin remedio y los malos de adentro.

En qué grupo estoy yo?

En los huevones claramente.

Porque extraño mi corazón.


Este es el viaje sin retorno de quien ha perdido todo.

Se basta a sí mismo.

IV
Quisiera que las bestias me devolvieran el corazón, pero no sé cómo pedirlo.

Paso frío todo el tiempo.

Es que me violenta el amor. Me parece absurdo, porque no tengo corazón.

Es lo que ocurre cuando un romance es asesinado.


Qué tremenda violencia hay en eso! No la ven?

Se condenan crímenes y sin embargo el delito de matar un amor no parece grave.

Voces huecas dicen: tiempo al tiempo, todo pasa… como si nada hubiera muerto! 
Acaso no lo ven?

Si el luto es largo dirán: estás exagerando, has perdido la capacidad de disfrutar.


Disfrutar de qué? 
De vida en silencios espesos, certeza de ir acarreando un muerto podrido que hay que maquillar y perfumar para no causar un daño a la salud pública.

Desconozco las estadísticas de amores asesinados, el promedio de condenas efectivas y reinserción de los culpables. 
Solo conozco algunos casos relatados por sus protagonistas. Todos se parecen. Si no hay justicia, terminan perdiendo el corazón a manos de bestias iracundas o bien tirándolo en alguna orilla de carretera como si fuera una colilla de cigarro que ya no tiene más tabaco que ofrecer.

En general, los que han sido felices tienen serias dificultades para comprender a un deudo de amores. Y viceversa.


En fin, he perdido el hilo de lo que comenzó siendo una interrogante: 
quiero de vuelta mi corazón, y no sé como pedirlo. 






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