Te vi, envuelta en blanco bordado
como las vírgenes cuando se presentan al altar.
Recuerdo antiguos sueños de
encierro,
jaulas y serpientes blancas, como tu vestido.
jaulas y serpientes blancas, como tu vestido.
Bestias que alguna vez rondaron mi casa,
la misma donde escribo pedazos de vida que rompiste
y que voy reconstruyendo pacientemente.
Dijiste “Dios sea quien me perdone”;
entonces supe que a diferencia tuya,
no soy mujer de cielo, sino de tierra;
no soy mujer de cielo, sino de tierra;
no de arrepentimiento, sino de compromiso.
Hoy me levanto liviana.
Nunca he temido a las serpientes ni a nada que se arrastre.
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