El inventario de la vida
puede ser largo o corto,
y esto poco tiene que ver
con cuántos años registre.
Tengo seis árboles en mi jardín,
decenas de pájaros e incontables cantos.
Libros académicos que nada explican
y poemas que todo lo comprenden.
Un par de viejos con mañas
y consejos que uno ya, con paciencia, predice.
Un hermano opuesto a mi como blanco al negro,
pero que en la risa nos reconocemos.
Un compañero imperfecto pero generoso.
Hijas, frutos, creaciones... que darán a su vez otros
hijos, frutos, creaciones.
Mi cuerpo tiene el recuerdo imborrable de la
maternidad,
ese que permanece en cada célula para saber si los
hijos son felices.
Mis oìdos guardan el eco de la palabra mamà en tonos diversos.
Mis manos las marcas del tiempo
y mis pies la huella dejada en arenas, bosques y caminos.
Poseo no pocos recuerdos oscuros
que convertí en cenizas desde las que renazco
y recuerdos hermosos que a veces me visitan en sueños,
escritos en cielo con tinta de nube.
Colecciono por placer preguntas sin respuesta
y respuestas que no aclaran nada.
Guardo sueños, ilusiones, utopías
que persigo solo por ser bellas.
Acumulo escritos propios y ajenos
porque las letras crean puentes más resistentes que la
piedra.
Tengo defectos que podrían hacer un inventario aparte
y virtudes que más que mías son hijas del aprendizaje.
Llevo cicatrices que delatan una infancia de juegos callejeros
y cajas con papeles y fotos de una vida que parece
ajena.
Tengo, tuve y tendré buenos amigos.
No tengo, tuve ni tendré dinero.
En alguna parte guardo vivencias de norte y de sur,
de frío y calor, amor y dolor,
de canciones y silencio.
Tengo seis árboles en mi jardín,
decenas de pájaros e incontables cantos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario