Un miércoles nuestra ropa
desapareció. Quedamos completamente desnudos. Algunos gritaron asombrados, otros
rieron nerviosos. El gobierno, preparado
para muchas catástrofes, pero no para ésta, emitió un comunicado radial pidiendo
calma a la población. Reinó el miedo. Al pasar los días constatamos que no
había solución al fenómeno mundial. Un cambio de Era, decían algunos. Tuvimos
que continuar nuestras vidas sin disfraces ni nada que nos diferenciara a
primera vista. Expuestos, iguales, imperfectos. Sin muestras de estatus o
jinetas. Choferes, profesores, sacerdotes, panaderos, policías, millonarios e
indigentes, todos piluchos. Viejos, jóvenes, lampiños y peludos, gordas y
flacas. Trabajamos, estudiamos, criamos. Vivimos.
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