sábado, 19 de agosto de 2017

No te escapes

Soñé contigo.
Sentado junto a mí en un almuerzo familiar.
Hablamos sobre un rollo de fotos que voy a revelar.
Pregunto, ansiosa,  si  veré fotos tuyas en él.  Dices que sí.
Entonces,  me acuerdo que estás muerto.
Llega el temblor del llanto y no dejo de mirarte.
No te vayas…
Antes que el sueño termine necesito decirte algo.
Me apuro en decir que deseo,  papá,  que el niño que alguna vez fuiste esté bien.
Caminando entre nubes en total bienestar.
Me doy cuenta que la idea de las nubes es tonta, pero ya lo dije.
Me sonríes  con amor infinito y sé que el sueño  comienza a evaporar.

Despierto,  pero no quiero abrir los ojos.
Que no se escape, que no se escape…
No te vayas.
Abro los ojos. Es  Facundo quien me mira. Me abraza.




sábado, 18 de marzo de 2017

Visitándote

Vine a verte hoy.
Hay muchas nubes, aunque el sol asoma haciendo brillar el agua.
Un perro callejero juega a perseguir las gaviotas. Está empapado. Te habrías reído.
Por la costanera circula la vida y sus afanes,
mientras yo recuerdo mi vida contigo,
desde una banca, con el inevitable cigarro.
Dos viejos pasean del brazo.
Como  hiciste  con mi madre tantas veces, aquí mismo.
Niños aprenden a caminar, tú los habrías saludado.

Qué hermoso lugar para visitarte.
Cuando te fuiste quedé muda,
la voz en mis manos se apagó.
 Estoy en deuda contigo, lector fiel.
Tengo miedo de escribir
y que los diques que dispuse para contener mis aguas se rompan.
Miedo de inundarme.

El viento empuja una veleta en la orilla,
rápida como nuestras vidas,
siempre girando en busca de algo, a veces, irrelevante.
Aun así, a diario, reservo un espacio de silencio para ti.
Hoy ese silencio me trajo aquí, al borde de tu retiro.
A la calma del agua, a las formas de las nubes.
Al viento, las gaviotas, el perro.
Traje mi libreta, comprometida a escribirte.

El sol se cuela entre las sombras
como en las películas antiguas, cuando habla dios.
Si dios existiera le haría algunas preguntas.
No me ha hecho ninguna falta sin embargo.
El que falta eres tú.

Me imagino que no te aburres aquí.
El paisaje  varía de un momento a otro.
Como cambiabas tú, sombra y  resplandor,
frío y calor,  vértigo interior que te colmaba.

Te extraño, porque nos quisimos.
No hay edad para la orfandad. Necesito hablar contigo.
Están vivas las raíces ocultas en la tierra húmeda,
se hunden invisibles, pero nunca son arrancadas.
Doy gracias por tu vida y haberla compartido, raíz bajo mis pies.


No me sueltes. Prometo regresar. 


sábado, 18 de febrero de 2017

Como tus elefantes

Hace un año no  escribo.
En realidad te escribo en las noches, cuando me desvelo
borradores que se desvanecen con el sol
porque los anoto en nubes y no en papel.
De todas formas las palabras no bastan
cuando el corazón se sale por los ojos, hecho gotas.

Cuánto tiempo es un año?
El tiempo se curva,  no sé si un año es mucho o poco
parece ayer y, sin embargo, tanto.
Extraño tus manos ásperas  de cariños torpes,
los vasos volcados,  tu irritante lentitud en los pasillos,
tus chombas viejas, el pelo suavecito y la barba destartalada.
Extraño tus llamadas insistentes que, decías, eran solo para escuchar mi voz
(Me escuchas ahora?)

Recuerdo  tus consejos precisos, tus pronósticos certeros,
tus historias añejas, anécdotas repetidas y chistes fomes.
Me pregunto si nos ves… me ves?
Yo te veo entrando en mi casa, como si fuera cierto.
Y te confieso que  nace un deseo infantil,
una voz porfiada que susurra:
“quiero que vuelvas, quiero que vuelvas”.

Hace un año no escribo. A ti te gustaba leerme.
Te cuento que estamos bien, hoy juntos en torno tuyo.
Tus nietas te recuerdan siempre.  Te guardan en su corazón de formas que me conmueven.
Tu nieto ama a su abuela. Te habría encantado verlos juntos, enamorados.
A veces él se para o camina con las manos tomadas en la espalda, como lo hacías tú.

No quiero decir cosas tristes. Pero es que lo estoy.
Tal vez hoy tengamos permiso para sentir  y decir que nos faltas.
Admitir que tu ausencia es enorme y  la muerte un misterio absurdo.
(Para qué amamos, si nos tendremos que despedir?)
Tal vez hoy tenemos permiso para aferrarnos  a  creencias  o, al contrario, cambiarlas.
Permiso para evocar lo dulce y lo amargo. El ángel y bestia que eras, como todos.
Permiso para afirmar que a pesar de los defectos,
tenías  un corazón muy grande para un cuerpo tan estrecho.
Tal vez hoy hay permiso para lo que cada uno quiera.

Cuando fumo, recuerdo tus cigarros mal apagados y las argollas de humo. Nunca aprendí el truco.
Cuando tengo preguntas, pienso que tal vez eras inteligente, o sabías mucho, o ambas, o ninguna. Pero tenías respuestas.
No sé si al cierre tuviste miedo, o paz, si nos escuchaste, donde quiera que estuvieras viajando.
No sé si espiaste el improvisado funeral en que abusamos de todos hablando de ti por horas. 

Dónde estás papá?
En Tchaikovsky, Serrat, Gardel, la Karen Carpenter.
En los goles de la Unión.
En tus cosas, que cada uno guarda como un tesoro.
En tu letra grande, en los mensajes que nos dejaste.
En la vieja, que es tu mitad.
En tus hijos y nietos, en tu jardín.   
Estás donde cada uno te recuerde.

El olvido está lleno de memoria, dijo un poeta.
Acá tenemos memoria. Como tus elefantes. 


martes, 31 de marzo de 2015

Glotonería_En 100 palabras

Vivió en Santiago hasta los nueve años. Volvió pocas veces. Recién a los treinta quiso ver otra vez su casa de la infancia.  Llevó a su pareja, quería mostrarle.

Su casa había desaparecido dentro de otra. Una ampliación inmensa se la había engullido. No reconocía nada de la pequeña casita de ladrillo, de un piso, frente a la plaza. Si no fuera por la numeración habría pasado de largo.
Únicamente la plaza estaba igual.  



Se sentaron en una banca, mano en mano, mirando la robusta casa glotona, mientras ella le contaba historias de muros y jardines que ya no existían.


Pensionado_En 100 palabras

Siempre hacía sus trámites temprano. Era fecha de cobrar la pensión así que se levantó como cada mañana a las siete, tomó el acostumbrado tazón de leche con avena y luego de afeitarse salió de su edificio rumbo al metro Baquedano. De pie en el vagón sacó algunos cálculos rápidos: cuentas y farmacia. No olvidar el regalo de cumpleaños de Carlita. Alcanzaría justo.


Se bajó tres estaciones después y sin prisa cobró, pagó, compró. Ya cumplidos los deberes, regresó caminando a buen ritmo para hacer ejercicio. En el trayecto pasó a la iglesia a dar gracias por su buena vida.


La caída_En 100 palabras

Cruzó corriendo. La lluvia brillaba con las luces. Resbaló y cayó, quebrándose sin ruido. Las partes rotas saltaron. Una mano con el cigarro entre los dedos, la otra junto a la cuneta. La cabeza ladeada no veía el resto del cuerpo, esparcido.

Decidió dormir, convencida de reunirse después: ya había sucedido antes. Soñó tener alas, sobrevolar parques de infancia.


La despertaron temprano las bocinas. Se concentró en armarse. Manos y brazos a su sitio, cabeza al cuello. Un perro callejero llevó en el hocico sus pequeños pies hacia las piernas. Se miró. Completa para el nuevo día.


Chocolate caliente_En 100 palabras

Lo que más le gustaba de las vacaciones era, al final del día, tomar chocolate caliente frente al lago. Esa tarde el viento frío lo hizo entrar al café más temprano. Pidió chocolate y galletas. Tomó despacio dos tazas seguidas. El lago estaba inquieto. 

De pronto se vio en el desaparecido Café Santos, con su padre, muchos años antes. Cuando era niño y su viejo lo llevaba al centro. Las piernas colgando de la silla. La misma mesa donde su padre se sentaba con el suyo a hablar de fútbol. El mismo chocolate, la misma decoración. 

Pidió la tercera taza.