No sé motivo o pretexto,
pero el silencio se me metió debajo de la piel.
Algo con sabor a muerte me colma la boca
y mis manos vuelven a su rigidez de invierno.
Se me contagió la pena y no me la puedo sacudir,
todo me parece sombrío y gélido
y no se me quitan las ganas de llorar.
Parezco una máquina arruinada
que nadie sabe arreglar,
tan cansada que hasta amar es una cima
que no sé si puedo
escalar.
No sé si es la luna gigante,
o la mujer con sus ciclos de magia,
no sé si es haberme sentado en la tumba que selló mi infancia
o ver el mar que me aflige con su ir y venir.
No sé si fue la ciudad donde dejé una vida
planeada y sin hacer.
No sé si es el invierno con su rumor de viento
o el desamor de los años pares,
y también de algunos impares.
Agua que corre por las venas, como mareas de mar, y que se precipitan desde los ojos del cielo.
ResponderEliminarEs bello leer cómo nuestra Lluvia del Sur nos inspira, nos define y nos transforma.
Sensible y delicada tu letra Vale.
ResponderEliminarGracias Mauricio y Sandra
ResponderEliminarMe dio pena tu PENA y alegría por lo fina de tus palabras, de lo que a todos en algún momento de la vida nos ha pasado
ResponderEliminarGracias Carlos, siempre tan atento y cariñoso, un abrazo
EliminarVale, manos chiquititas y sonrisas gigantes despacito van arreglando hasta el alma. Abrazos
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