Texto Publicado en La Mansa Guman el 26 de Julio de 2013
Cuando lo supo, la mujer se
rompió. Había visto mujeres partidas antes. Sabía que le sucedería tarde o
temprano. La noche anterior había soñado con dos leones rondando su casa,
mirándola a través de la ventana. Quiso cerrar las cortinas para esconderse,
pero los rieles estaban desnudos. Despertó asustada. Y esa mañana, lo supo. Era
cornuda como tantas otras mujeres rotas antes que ella.
Al romperse se soltaron dentro de
ella – con gran estruendo- las preguntas, dilemas y miedos que hasta ese día
habían permanecido sujetos a su lugar. Se liberó la rabia inundando todo. La
vergüenza. La culpa. Cuánto tardaría en reacomodarlo todo?
Al quebrarse, se separó de otros. No quería que
la vieran desarmada. Dejó de conversar
con la gente. Autómata. Evitó el romance en todas sus formas: cine, libros,
amigos. Que envidia le daban los enamorados!
Se dio cuenta que las mujeres que no son bien amadas renuncian a muchas
cosas para vivir en paz unos meses, días, incluso horas. Renuncian a pensar, para
mantener la ilusión de que son queridas. No creen eso de “y vivieron felices para siempre”, pero necesitan
reafirmar su propia decisión de amar
a X y seguir amando a X. De
lo contrario pueden enfrentarse a la evidencia (casi científica) de que la cagaron. Y
no es como elegir mal un par de
zapatos o el corte de pelo. Es confirmar que han gastado años en una vida equivocada, probablemente
engañadas por un buen actor. Es entonces cuando las mujeres rotas se meten al
baño, se miran al espejo y se dicen en
voz alta “qué huevona!!”. Para evitar ese momento, renuncian a luchar, y compran una entrada al
teatro de amor que termina- invariablemente- con un “y vivieron felices para
siempre”.
Como otras mujeres rotas, caminando a oscuras, evitaba
mirarlo a los ojos. No quería perderse en una mirada. Era huevona, pero no
tanto. Se volvió desconfiada de todos, incluso
de sí misma, de su propia fortaleza. Se obligó a no perder la memoria, no olvidar
la mentira, de otra forma sería blanco fácil para el compañero de maneras gentiles
y envolventes como sonido de piano. Dejó de creer en Dios: el perdón no tenía
cabida entre sus nuevas grietas y lo trascendente perdía sentido en el absurdo
del aquí y ahora.
Para arreglar el daño, probó las recetas disponibles. Pastillas, terapia,
llanto, ejercicio, comida, trago, hobbies, estudio, trabajo, imanes, novelas, yerbas,
tarot, runas, compras, peluquería, viajes. Agotador e inútil. Nada resultó para
reparar las grietas, ni siquiera para esconderlas de las miradas de los
intrusos. Empezó a resignarse a permanecer rota, partida y descompuesta para siempre y a
la vista de todos. Se hundió en pensamientos estériles, largas reflexiones sobre
la diferencia entre infidelidad y deslealtad. Una perdonable, la otra
inaceptable. De nada sirvió, sólo alimentó las iras desbordadas.
A punto de rendirse, pensó en la última jugada
posible. La venganza. Pero otro hombre era un problema. No quería más
problemas. Una mujer entonces? No se sentía con energía para intentar algo
distinto.
En primavera compró una cámara y salió a
capturar paisajes, gentes, lo que fuera. Una tarde que fotografiaba unos niños
en el parque se fijó en una niña que corría más rápido de los demás, volando en
un derroche de energía y placer. Recordó como era ella misma a esa edad, los
sueños intactos, la fragilidad de creer, volando en las plazas como esa niña. Con
un ruido de gravilla, la niña cayó. Se puso en pié, se limpió las rodillas con
un gesto de dolor y continuó corriendo.
De pronto, la mujer que se rompió se dio cuenta.
Ella no era mujer para perder. No se levantó y limpió las rodillas tantas veces
para terminar arruinada de esta manera. Tiempo.
Definitivamente, tiempo era lo único que necesitaba para repararse. Podría? Solamente
tenía que esperar a crecer un poco más. Por qué no? Unas cuantas estaciones para
devolver - por sí misma- todo a su lugar y renacería repuesta, armada, células
listas y organizadas como ejércitos para la lucha. Vencida ante un hombre? Ni
pensarlo. Amar de nuevo? Por supuesto.
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