martes, 6 de agosto de 2013

La mujer que se rompió

Texto Publicado en La Mansa Guman el 26 de Julio de 2013

Cuando lo supo, la mujer se rompió. Había visto mujeres partidas antes. Sabía que le sucedería tarde o temprano. La noche anterior había soñado con dos leones rondando su casa, mirándola a través de la ventana. Quiso cerrar las cortinas para esconderse, pero los rieles estaban desnudos. Despertó asustada. Y esa mañana, lo supo. Era cornuda como tantas otras mujeres rotas antes que ella.
Al romperse se soltaron dentro de ella – con gran estruendo- las preguntas, dilemas y miedos que hasta ese día habían permanecido sujetos a su lugar. Se liberó la rabia inundando todo. La vergüenza. La culpa. Cuánto tardaría en reacomodarlo todo?
Al  quebrarse, se separó de otros. No quería que la vieran  desarmada. Dejó de conversar con la gente. Autómata. Evitó el romance en todas sus formas: cine, libros, amigos. Que envidia le daban los enamorados!  
Se dio cuenta que las mujeres  que no son bien amadas renuncian a muchas cosas para vivir en paz unos meses, días, incluso horas. Renuncian a pensar, para mantener la ilusión de que son queridas. No creen eso de  “y vivieron felices para siempre”, pero necesitan reafirmar su propia decisión  de amar a  X y seguir amando a  X.  De lo contrario pueden enfrentarse a la evidencia (casi científica) de que la cagaron.  Y  no  es como elegir mal un par de zapatos o el corte de pelo. Es confirmar que han gastado años  en una vida equivocada, probablemente engañadas por un buen actor. Es entonces cuando las mujeres rotas se meten al baño, se miran al espejo y  se dicen en voz alta “qué huevona!!”. Para evitar ese momento,  renuncian a luchar, y compran una entrada al teatro de amor que termina- invariablemente- con un “y vivieron felices para siempre”. 

Como otras mujeres rotas, caminando a oscuras, evitaba mirarlo a los ojos. No quería perderse en una mirada. Era huevona, pero no tanto. Se volvió desconfiada  de todos, incluso de sí misma, de su propia fortaleza. Se obligó a no perder la memoria, no olvidar la mentira, de otra forma sería blanco fácil para el compañero de maneras gentiles y envolventes como sonido de piano. Dejó de creer en Dios: el perdón no tenía cabida entre sus nuevas grietas y lo trascendente perdía sentido en el absurdo del  aquí y ahora.
Para arreglar el daño, probó  las recetas disponibles. Pastillas, terapia, llanto, ejercicio, comida, trago, hobbies, estudio, trabajo, imanes, novelas, yerbas, tarot, runas, compras, peluquería, viajes. Agotador e inútil. Nada resultó para reparar las grietas, ni siquiera para esconderlas de las miradas de los intrusos. Empezó a resignarse a permanecer  rota, partida y descompuesta para siempre y a la vista de todos. Se hundió en pensamientos estériles, largas reflexiones sobre la diferencia entre infidelidad y deslealtad. Una perdonable, la otra inaceptable. De nada sirvió, sólo alimentó las iras desbordadas.

A punto de rendirse, pensó en la última jugada posible. La venganza. Pero otro hombre era un problema. No quería más problemas. Una mujer entonces? No se sentía con energía para intentar algo distinto.

En primavera compró una cámara y salió a capturar paisajes, gentes, lo que fuera. Una tarde que fotografiaba unos niños en el parque se fijó en una niña que corría más rápido de los demás, volando en un derroche de energía y placer. Recordó como era ella misma a esa edad, los sueños intactos, la fragilidad de creer, volando en las plazas como esa niña. Con un ruido de gravilla, la niña cayó. Se puso en pié, se limpió las rodillas con un gesto de dolor y continuó corriendo.
De pronto, la mujer que se rompió se dio cuenta. Ella no era mujer para perder. No se levantó y limpió las rodillas tantas veces para terminar  arruinada de esta manera. Tiempo. Definitivamente, tiempo era lo único que necesitaba para repararse. Podría? Solamente tenía que esperar a crecer un poco más. Por qué no? Unas cuantas estaciones para devolver - por sí misma- todo a su lugar y renacería repuesta, armada, células listas y organizadas como ejércitos para la lucha. Vencida ante un hombre? Ni pensarlo. Amar de nuevo? Por supuesto.




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