La Lluvia libera las hojas y el Viento las toma en brazos.
Crujen los techos, las ramas se
inclinan, saludando.
No temo ni me lamento.
Si el tronco no teme su desnudez, por qué
levantaría yo la voz?
Si el pobre no se lamenta, por qué lo haría yo bajo techo firme?
Escondidos todos. Viento, amo solitario
en jardines y calles.
Ventolera, decidiendo la muerte de árboles antiguos,
hartos
de ver pasar gentes indiferentes,
esas que solo notan al muerto cuando ha
caído.
La Lluvia baja las hojas y el Viento
las toma en brazos.
Como queriendo ayudar, me las deja en
montón,
ordenada confusión café y amarilla.
Se hace definitivo lo que antes fue
una intención:
cuando el Viento decida mi hora,
quiero irme con él.
Hecha ceniza, en sus brazos.
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